El preparador físico de la Selección Argentina, Fernando Signorini, en su tercer campeonato mundial, ’86, ’90 y ’10, todos junto al Diego, es una rareza en el medio. Dueño de una filosofía particular y, sobre todo, personalidad. En 2006, por ejemplo, había defendido el gran cabezazo de Zidane a Materazzi por defender su dignidad. "La dignidad está por encima de todo, incluso de un Mundial", dijo, y, también dijo que Zinedine “lanzó un mensaje maravilloso, en este mundo globalizado con tanto utilitarista dando vueltas, a lo mejor es imposible que lo entiendan”.
El siguiente es un extracto de la excelente entrevista que le hiciera el diario español El País. Y que hubiera sido parte de una publicación comercial, de no habernos quedado afuera. Me refiero a la Selección Argentina del Diego. Y al raro mundial de Sudáfrica. Signorini termina su nota con el diario español, señalando que, muchas veces, es el único símbolo de congregación, el ícono cultural más arraigado, el medio solitario con que pueden manifestarse, relacionarse, conocerse, en fin, un preparador físico que dice, con la claridad de un intelectual, lo que los intelectuales no pueden o, al menos no suelen, decir.
A mi no me importa tanto perder, como que haya perdido este equipo. El de Maradona y de Tévez, de Di María y Pastore, a pesar de las ausencias de Zanetti y Riquelme, y de gente como Fernando Signrini, a pesar de los Bilardos, pero por ello mismo, porque me importaba más que ganaran ellos, es que cuando los ví tristes pero tranquilos, se me empezó a pasar la angustia. Se puede perder, y se puede perder contundentemente, y que siga siendo algo mucho mejor que ciertos triunfos vergozosos. Prefiero tenerla adentro peleando por el bien, que viviendo de las migajas que se le cae al mal.
De la charla con los jugadores. “Hablamos de cómo organizar la entrada en calor. Eso lo delego en ellos. Para eso son profesionales y son el mejor equipo del mundo. No puedo ser el vanidoso de turno que va a hacerse ver, va a poner conitos y a dar órdenes. Los invito a pensar y los comprometo para que cada uno elija lo que hacer. Acentúo esa confianza del delegar. Ya dijo Atahualpa Yupanqui, ‘la vanidad es yuyo malo que envenena toda huerta’”.
De las lesiones. “Antes se lesionaban menos porque entrenaban menos. La pubalgia es una enfermedad nueva, la locura del entrenamiento, hay que entrenar desde la racionalidad. Cada vez corren más en la montaña y el mar, con el agua hasta las rodillas. Un día, un tiburón se va a comer a alguno”.
De su trabajo. “Cinco siglos antes de Cristo, Sócrates desarrolló esa técnica dialéctica llamada mayéutica. Con preguntas, las personas descubrían verdades que estaban ocultas y que ni sabían que sabían. Eso hay que trasladarle a los jugadores. Fundamentalmente, con una fuerza que no se logra en el gimnasio y que es la más poderosa del ser humano: la del afecto. Siempre les digo, para poder ayudarlos los tengo que conocer. Y los tengo que querer, porque a una persona querida se la ayuda mucho mejor. Hay que tener la capacidad de llegar de manera que sientan el afecto, como una especie de cobertura. Esto no va a cambiar la historia, Argentina tiene dos campeonatos y sin embargo hay niños que siguen padeciendo hambre en un país con todos los alimentos habidos y por haber”.
De la política y el fútbol. “Estamos metidos en una gran confusión. He comprado libros para formar una pequeña biblioteca en la concentración. De Galeano, El fútbol a sol y a sombra, Las venas abiertas de América Latina, libros de Rodolfo Walsh, la biografía de Atahualpa Yupanqui, la historia del caudillaje en Argentina, la biografía de Facundo Quiroga de Felipe Varela, poemas de Armando Gómez, Por qué no soy cristiano, de Bertrnad Rusell... Somos un continente en permanente lucha por una sociedad más justa y me gusta incentivar a los jugadores para que no piensen que el fútbol es lo único que tienen en la vida. Porque si es así van a ser muy pobres por más que tengan mucho dinero. Terminemos con que esto sea una tragedia griega o un circo romano. El fútbol no es capaz de paliar el sufrimiento humano.
De Messi. “Tiene 22 años y lo critican por no hablar. Casualmente, conocí a un tal Maradona al que criticaban por hablar demasiado. Con Lio hasta se comete esa injusticia del patrioterismo imbécil: "Es que juega en España". ¿Y qué tiene que ver? ¡El 60% de los argentinos somos hijos de españoles! Si a los abuelos nuestros no se les hubiera ocurrido viajar seríamos todos españoles. ¡Basta con esta pavada! El fútbol es una cosa tan simple que a mí me da vergüenza ocupar tanto espacio y pensar que las cosas que pueden mandar a este mundo al diablo no son tratadas con profundidad. Cada vez hay más odio, más división, más exclusión... El otro día leí que no hay que tomarse tan en serio la vida porque no saldremos vivos de ella. Tampoco tenemos que tomarnos tan en serio el fútbol y mucho menos cuando ganamos”.
De la fuerza de las convicciones. “Cuando a los barbudos cubanos los hicieron pedazos y quedaron doce por la selva, Castro pronunció la famosa frase ‘Ahora sí estoy seguro de que cumpliré con la revolución’. No dijo ‘Bueno muchachos, ahora vamos al gimnasio, a la máquina isocinética, a hacer pesas, porque tenemos que derrocar a Batista’. ¡No tenían ni fusiles! Si fuera un problema de músculo Schwarzenegger sería el mejor jugador del mundo y no puede jugar ni con la mano. Hablan de velocidad y cuando Ben Johnson jugó al fútbol en Canadá lo echaron a los dos meses porque llegaba siempre último. El fútbol, como todo juego, es misterioso, y muy difícil. La moda de Cristiano está bien, pero no juega bien por tener músculos, se ponga más crema y haga abdominales.
Del misterio. “¿Por qué salen tantos talentos de cuatro chapas y cuatro cartones? Primero no los ayuda nadie. Y cuando trascienden todo el mundo les exige que: hablen bien, no se coman las eses, sean políticamente correctos, no hablen en contra del dogma, ni religioso, ni social, ni político y, sobre todo, no hagan trastabillar el privilegio de los privilegiados. Es todo un asco. De eso me gusta hablar con los jugadores. Son un símbolo para millones de chicos, desprovistos de información y que no creen en la clase política. ¿Por qué no van a creer en estos nuevos profetas que no tienen cruz ni libro sagrado pero tienen una pelota? Si la pelota sirve para abrir la mente de los chicos y que sepan las verdades desde el principio, bienvenida sea”.