Ahora sé cómo se siente llegar en lo más alto del Teatro Opera. El sábado estuve en la última fila de arriba -tocaba el techo y veía los desperdicios que estaban tirados detrás de la fila de asientos- viendo, de muy lejos, por supuesto al Grupo Corpo.
Algo así como los únicos quince brasileros tristes, pensé yo cuando supe que venía a presentar unas coreografías de tango.
Bueno, no, la alegría sigue siendo brasilera. Muy divertido. Como si bailaran aquellas primeras cuartetas obcenas y divertidas.
Mucho humor, boleros impecables, un colorido intenso casi africano, sobre fondo negro tanguero y unos encadenamientos vertiginosos que por un momento me hicieron creer que estaba ubicado en el mejor lugar, para ser el beneficiado, si alguna bailarina se escapaba en algún giro.