Esta última edición de GH vino para demostrar un hecho cultural incontrastable. El Poder, señora, se la hace chupar todo el tiempo que quiere y usted, sin poder ni hablar, se las arregla para manifestar cuánto le gusta.
Esta última edición de GH se presentaba con todo. Chicas lindas, chicas pobres que prometían llegar a los confines televisables de los enrosques sexuales, peligrosos presidiarios, chicos lindos, barrabravas taxiboys violentos, adivinadoras, autistas egocéntricos. Ymás, y más, y más gritarían Mario y Marcelo.
GH 2007 se cargó primero a Jorge Rial. Crítico número uno del programa, el Sanfilipo del chusmerío, bajó la cabeza y fue el primero que la chupó cuando le hicieron oler los billetes. Es cierto que a Rial no le importa chuparla por dinero, pero acá hablamos de un negocio que maneja el poder, con una metodología que se reproduce en cada hecho cultural y que sirve como regla para medir la invitación ética que hace el programa.
Con la nueva moda de la globalización televisiva, GH demostró además que no le va en saga a Tinelli, no sólo ganándole en el ráting, sino, además, en la repartija de indiscriminados sobres entre quienes propagan, imponen y/o embarran “opinión”. No hay que olvidarse que a fuerza de repetición, los medios –y quizás otros sobres similares que se le atribuyen al candidato más pelado- lograron que Aníbal Ibarra resultara más funesto que, por ejemplo, Roberto Dromi o Domigo Cavallo.
Este GH 2007, perfeccionó como ninguna otra edición, la fregada labial peniana. Con diferencia de una semana pudo verse cómo estudiosos, altos ejecutivos, cadetes ricoteros y hippies de morral con termo irrompible cambiaban de opinión de blanco a negro sin escalas. La edición, los trascendidos, los eternos celulares adosados a la palma de la mano de los “periodistas” de programas de espectáculos, los diarios puntocom y los opinadores de siempre van decidiendo el curso que tomará el programa, el voto de los infelices televidentes y hasta la incorporación de estúpidos gestos de moda.
GH 2007 no se sonroja al evidenciar que los medios deciden qué debe hacer la buena o la mala gente para ser buena o mala gente. El iletrado de Rial, simula una conciencia amplia al defender a los televidentes que “eligen” consumir GH con el argumento de que criticarlos es subestimar al “pueblo”. Rial, que debe haber necesitado que alguien le facilitara los argumentos, presta, a la vez, esos argumentos para que los consumidores de porno casero se defiendan.
Porque la diferencia entre GH y los escándalos entre Süller, Casán, Barbieri, Vélez, etcétera, es la misma que hay entre porno casero y porno con estrellas profesionales. Porque es mirar una y otra vez que se repite una escena pudorosa, pero a cargo de otro. Otro que por alguna razón nos excita, quizás por comparación, quizás por adulación. Pocas señoras en el almacén se sienten inferiores o iguales a los chicos de GH.
El público elije GH porque aparece como una opción catártica, por comparación, a las diferentes y calcadas realidades personales. Además, es algo de lo que cualquier estúpido puede opinar –este escrito lo demuestra- sin temor a quedar pagando como el ignorante que cada uno siente ser. El poder organiza la educación de esa misma manera. Si con las tres primeras frases parece que el alumno sabe la lección, es que el alumno sabe la lección. La frase “estudié pero no me acuerdo” es un salvataje a la dignidad, porque qué diferencia puede haber en reconocer que uno aún no sabe aquello que se le reclama. La diferencia entre estar o no estar. La mala nota es la misma, pero el prestigio se organiza en torno a otra cosa que ya ni siquiera son los resultados sino la apariencia.
GH, cuando percibió que “la profe” no se la iba a chupar a Agustín, difundió la versión, después sofocada, de que la bella señorita era conocida como “la cincuenta pesos”, en alusión a su tarifa entre, como mínimo, todos los integrantes de un equipo de básquet barrial. Al mismo Agustín lo sepultó al círculo de los cobardes por nominar a su “amigo” Damián por la espalda, como si fuera posible, según las reglas, hacerlo de otra manera.
GH puso especial atención en la frase que la tonta con pretensiones de mala, Nadia, dijo escuchar de boca de Marianela. Entre paréntesis y casualmente, todos los puntales comunicativos de este gran negocio hoy la dan como ganadora del juego a Marianela.
Para terminar con los ejemplos que demuestran la manipulación pública, el último botón. Cuando la líbido del público empezaba a viajar a Mendoza con la producción de un “video hot” en el que Griselda se frotaba con otra chica y un señor en una cama de hotel, la niña fue rematada en la plaza pública con su súplica por extensiones capilares.
Más allá de las versiones que hablaban de un importante premio económico para la comilona de Marianela por la nominación espontánea de Diego, el ex preso que volvió a elegir la prisión como medio para algo, reproduciendo un hecho cultural. Si antes el sistema penitenciario y la Justicia le proponía la sodomización para su regeneración y reinserción en la sociedad, Diego, ahora entendió el camino del dolor, y volvió a elegir el encierro como medio de procurarse algún tipo de reinserción un poco más “insertada”.
Todos los tics del poder grosero son representados y exagerados por el GH 2007. Es imposible no pensar en este multihorario programa, sin imaginarse a una cantidad de productores, ejecutivos y empresarios lúmpenes que se ríen a busarda batiente, con el mismo gesto que la empleada pública se ríe de Griselda pidiendo extensiones. Se ríen de cómo votamos y votamos según su antojo, como Clarín y La Nación se ríen de cómo votamos y votamos según su antojo.
Se ríen, como el presidiario con privilegios, que posa su miembro en la boca de otro preso indefenso, sostenido por adláteres comprados por un par de cigarrillos.
Finalmente, lo menos ofensivo es que GH emita las miserias de los otros. Es mucho peor a mi juicio, esa vanaglorización –si existiera la palabra- perdularia miserable que los ejecutivos despliegan con el correr del programa. Esta versión 2007 de GH nos demostró a todos que vivimos con los labios paspados de chuparla y pueden hacernos repetir una y mil veces que nos gusta. Total, en el anonimato del ráting sigo siendo superior a ese puto de Sebastián.
Esta última edición de GH se presentaba con todo. Chicas lindas, chicas pobres que prometían llegar a los confines televisables de los enrosques sexuales, peligrosos presidiarios, chicos lindos, barrabravas taxiboys violentos, adivinadoras, autistas egocéntricos. Ymás, y más, y más gritarían Mario y Marcelo.
GH 2007 se cargó primero a Jorge Rial. Crítico número uno del programa, el Sanfilipo del chusmerío, bajó la cabeza y fue el primero que la chupó cuando le hicieron oler los billetes. Es cierto que a Rial no le importa chuparla por dinero, pero acá hablamos de un negocio que maneja el poder, con una metodología que se reproduce en cada hecho cultural y que sirve como regla para medir la invitación ética que hace el programa.
Con la nueva moda de la globalización televisiva, GH demostró además que no le va en saga a Tinelli, no sólo ganándole en el ráting, sino, además, en la repartija de indiscriminados sobres entre quienes propagan, imponen y/o embarran “opinión”. No hay que olvidarse que a fuerza de repetición, los medios –y quizás otros sobres similares que se le atribuyen al candidato más pelado- lograron que Aníbal Ibarra resultara más funesto que, por ejemplo, Roberto Dromi o Domigo Cavallo.
Este GH 2007, perfeccionó como ninguna otra edición, la fregada labial peniana. Con diferencia de una semana pudo verse cómo estudiosos, altos ejecutivos, cadetes ricoteros y hippies de morral con termo irrompible cambiaban de opinión de blanco a negro sin escalas. La edición, los trascendidos, los eternos celulares adosados a la palma de la mano de los “periodistas” de programas de espectáculos, los diarios puntocom y los opinadores de siempre van decidiendo el curso que tomará el programa, el voto de los infelices televidentes y hasta la incorporación de estúpidos gestos de moda.
GH 2007 no se sonroja al evidenciar que los medios deciden qué debe hacer la buena o la mala gente para ser buena o mala gente. El iletrado de Rial, simula una conciencia amplia al defender a los televidentes que “eligen” consumir GH con el argumento de que criticarlos es subestimar al “pueblo”. Rial, que debe haber necesitado que alguien le facilitara los argumentos, presta, a la vez, esos argumentos para que los consumidores de porno casero se defiendan.
Porque la diferencia entre GH y los escándalos entre Süller, Casán, Barbieri, Vélez, etcétera, es la misma que hay entre porno casero y porno con estrellas profesionales. Porque es mirar una y otra vez que se repite una escena pudorosa, pero a cargo de otro. Otro que por alguna razón nos excita, quizás por comparación, quizás por adulación. Pocas señoras en el almacén se sienten inferiores o iguales a los chicos de GH.
El público elije GH porque aparece como una opción catártica, por comparación, a las diferentes y calcadas realidades personales. Además, es algo de lo que cualquier estúpido puede opinar –este escrito lo demuestra- sin temor a quedar pagando como el ignorante que cada uno siente ser. El poder organiza la educación de esa misma manera. Si con las tres primeras frases parece que el alumno sabe la lección, es que el alumno sabe la lección. La frase “estudié pero no me acuerdo” es un salvataje a la dignidad, porque qué diferencia puede haber en reconocer que uno aún no sabe aquello que se le reclama. La diferencia entre estar o no estar. La mala nota es la misma, pero el prestigio se organiza en torno a otra cosa que ya ni siquiera son los resultados sino la apariencia.
GH, cuando percibió que “la profe” no se la iba a chupar a Agustín, difundió la versión, después sofocada, de que la bella señorita era conocida como “la cincuenta pesos”, en alusión a su tarifa entre, como mínimo, todos los integrantes de un equipo de básquet barrial. Al mismo Agustín lo sepultó al círculo de los cobardes por nominar a su “amigo” Damián por la espalda, como si fuera posible, según las reglas, hacerlo de otra manera.
GH puso especial atención en la frase que la tonta con pretensiones de mala, Nadia, dijo escuchar de boca de Marianela. Entre paréntesis y casualmente, todos los puntales comunicativos de este gran negocio hoy la dan como ganadora del juego a Marianela.
Para terminar con los ejemplos que demuestran la manipulación pública, el último botón. Cuando la líbido del público empezaba a viajar a Mendoza con la producción de un “video hot” en el que Griselda se frotaba con otra chica y un señor en una cama de hotel, la niña fue rematada en la plaza pública con su súplica por extensiones capilares.
Más allá de las versiones que hablaban de un importante premio económico para la comilona de Marianela por la nominación espontánea de Diego, el ex preso que volvió a elegir la prisión como medio para algo, reproduciendo un hecho cultural. Si antes el sistema penitenciario y la Justicia le proponía la sodomización para su regeneración y reinserción en la sociedad, Diego, ahora entendió el camino del dolor, y volvió a elegir el encierro como medio de procurarse algún tipo de reinserción un poco más “insertada”.
Todos los tics del poder grosero son representados y exagerados por el GH 2007. Es imposible no pensar en este multihorario programa, sin imaginarse a una cantidad de productores, ejecutivos y empresarios lúmpenes que se ríen a busarda batiente, con el mismo gesto que la empleada pública se ríe de Griselda pidiendo extensiones. Se ríen de cómo votamos y votamos según su antojo, como Clarín y La Nación se ríen de cómo votamos y votamos según su antojo.
Se ríen, como el presidiario con privilegios, que posa su miembro en la boca de otro preso indefenso, sostenido por adláteres comprados por un par de cigarrillos.
Finalmente, lo menos ofensivo es que GH emita las miserias de los otros. Es mucho peor a mi juicio, esa vanaglorización –si existiera la palabra- perdularia miserable que los ejecutivos despliegan con el correr del programa. Esta versión 2007 de GH nos demostró a todos que vivimos con los labios paspados de chuparla y pueden hacernos repetir una y mil veces que nos gusta. Total, en el anonimato del ráting sigo siendo superior a ese puto de Sebastián.
1 comentario:
Y Dorio qué pito toca en todo esto?
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