17 febrero 2010

El monopolio ideológico, peor que el mediático, conserva privilegios aliado a intereses extranjeros y a acomodados, gorilas e ignorantes nacionales

(Este es otro post, fruto de la extensión de la respuesta al comentario que luce a continuación, escrito en la publicación, inmediatamente anterior.
"Anónimo:
Esta gente no tiene ni una pizca de bondad y aquellas personas que aun los defienden es porque son muy ciegos o en su afan de creer en algo, lo hacen por cualquier persona
Infelices!!!
Saludos!
10:20 AM")



Mirá, último anónimo (10.20 AM), de los comentarios del post anterior, quizás te puedas bajar del caballo miserable de los medios y puedas pensar por vos mismo.

Y no le digo miserable al caballo de los medios sólo por insultar al azar o degradarlos a los fines de mi momentánea conveniencia. Ni sólo por sus contenidos, que por años soportamos gracias a la zanahoria del programa o el par de programas que eventualmente valieron la pena, haciendo que radio o televisión también valieran la pena. O los hallazgos en la gráfica.

Tampoco me refiero a la miseria del caballo que usted monta sólo por la posición social dominante de la que se aprovechan. Siendo los medios la única fuente de instrucción, información y orientación a la que accede la gran mayoría. A tal punto los empresarios mediáticos se saben productores de una mercancía con consumidores cautivos, que ‘público’ y ‘mercado’ dejaron de ser lo mismo.

Más allá de que no sería adecuado hablar de mercado si no hay competencia, ahora, el mercado para ellos es el sector interesado en que, de tal o cual forma, se lo beneficie con la mercancía. Naturalmente, el sector que puede pagar de algún modo. Y el público pasó de ser el mercado de los medios a conformar parte de la mercancía.

La nueva mercancía ya no es la producción periodística, el fruto de una investigación o el servicio periodístico, sino que pasó a estar constituída por la relación y la calidad que los medios garantizan con sus lectores. El mercado que sostiene a las empresas mediáticas paga por la garantía y la efectividad del acto de lectura que cada empresa ostenta, además de por la adecuada manipulación de los contenidos.

El consumidor mediático sigue siendo, cómo no, a quien apunta la estrategia empresarial, pero ya no lo conquista porque dependa de su preferencia y su dinero para subsistir, sino que depende de él como un valor agregado del producto final. El público (cuantitativa y cualitativamente) es hoy el factor fundamental que determina la cotización del producto mediático. No su calidad o determinado atributo profesional del periodismo. Se ha convertido en la misma herramienta empresaria para la conquista del nuevo mercado, ora urgido de publicitar sus propios productos, ora necesitados de determinadas versiones o contenidos convenientes.

Por eso es que, aunque no te la cobren, ni la televisión abierta ni los diarios de distribución graciosa, son gratuitos.

Por eso, también, a los empresarios de los medios les importa un huevo, no digo la moralidad ni el compromiso profesional, que lógicamente en la inteligencia de que el medio ha cambiado su mercado, la profesión ha cambiado y ya no se debe a sus lectores sino a quien paga. En general, el poder económico y, a veces, los poderes políticos.

Pero, decía, no le digo miserable al caballo al que usted está subido sólo por esto, también por la operación anti liberal (en el sentido real de la palabra, y en el político también) que consiste en constituirse en el monopolio ideológico en que se han convertido, un montruo mucho más grande y opresivo que los monopolios empresariales. Aunque de ellos deriven.

También es miserable porque, en esa concentración salvaje, opera como una realidad indiscutible la versión muy parcial de una ínfima minoría de la sociedad. El empresariado, sus opiniones, sus concepciones de mundo, su definición del bien y del mal, su modo de manipular el relato y de difundirlo, su xenofobia, su racismo, sus intenciones egoístas, sus intereses comerciales, etcétera.

La información, entonces, que es el pan de la democracia, está en mal estado. Adulterada.

Esas chicas jóvenes, lindas y cancheras de TN hablan de “vías de escape” para salir del centro cuando hay una manifestación. Como si de un servicio a la comunidad, ante una catástrofe, se tratara. Ni más ni menos que mierda ideológica.

Por la misma ley general de identificación con el protagonista del espectáculo, la situación se convierte automáticamente en una catástrofe para el receptor desprevenido y damos por descontado que necesitamos ‘vías de escape’. Las mismas vías de escape que no necesitamos, por ejemplo, cuando el ex ingeniero Blumberg organizó su concentración. Ni cuando los rentistas agrícolas hicieron un esfuerzo desmedido para agarrar eso que nosotros conocemos como cacerola y salieron a pedir por sus privilegios.

El informativo, por ejemplo, concebido desde su nacimiento como servicio social, fue la herramienta, confiable y fiel, del grueso de la ciudadanía. Así se constituyó en algo tan útil como necesario, convirtiéndose en un hecho cultural ineludible, como algo supremo, llegado para suplantar el rezo de cada día, pues a allí acudía –y acude- el ciudadano, sobre todo, el pobre con poco tiempo, el trabajador, para estar ‘avisado’, de la misma manera que otrora se aferraba al libro santo.

Se decía de alguien que era una persona muy ‘avisada’ como un piropo, y al infeliz se le decía que era un ‘desavisado’. Nadie quiere ser un infeliz, lo que también explica la comunión entre individuo e informativo. O noticiario. O noticioso.

¿De qué voy a hablar mañana con mis compañeros de trabajo, sino? ¿Cómo le voy a discutir al garca de mi cuñado en Navidad? La cosa no empieza ni termina allí.

Además de lo que dicen, del lenguaje que usan, los peinados, lo que hacen y demás usos y consumos orientadores expuestos (o rechazados) en escena… Es decir, además de establecer cierta línea de reproducción cultural, también determinan qué cosas entran en escena, cuáles no y cómo lo hacen. Así, un niño abandonado a su suerte ‘no es noticia’ para la concepción de la realidad que tienen estos señores empresarios, pero si crece y mata a alguno, sí. El niño que se muere de hambre puede llegar a ser noticia si tiene, por ejemplo, el buen tino de morirse en algún distrito de responsabilidad enemiga u opositora.

Ahora, si todo pibe que se muere de hambre fuera noticia pero la decisión sea que ello se oculte, ya sea por la conveniencia de algún cliente o por la propia, veremos mil veces un gol de Messi o las imágenes del recital de Metallica u otro show del asesinato. Y de ello hablará el grueso de la población mañana. Los medios deciden, o influyen, en cuestiones que van desde un próximo peinado hasta lo que se va a conversar en la intimidad del trabajo.

En este contexto, es natural que los responsables de condenar a la exclusión y a la pobreza a la mitad de la población, lo oculten. Con silencio o con abrumadora difusión convenientemente trastocada, da lo mismo.

Y es natural, también, que cuando estos pobres, o cualquier otra víctima del aparato monopólico, se manifiesten de alguna manera, cortando una ruta o robando una cartera, los vuelvan a someter a una nueva condena. No son novedad para nadie los múltiples réditos que le ha dejado a medios como La Nación y Clarín, por ejemplo, su silenciosa complicidad con asesinos, represores, ladrones, estafadores, traidores a la patria, enemigos del pueblo y demás delincuentes.

Ni es novedad, puntualmente, que su colaboración fue fundamental para lograr la expulsión de la mitad de la población. Ni que comercializó su mercancía con el poder interno y el externo. Un producto de exportación cuyo atributo distintivo fue la manipulación de una realidad de manera llanamente perjudicial para el pueblo. Produciéndola deliberadamente para satisfacer las pretenciones de sus clientes –o socios- quienes, casualmente, pretendieron la desindustrialización del país, el empobrecimiento, la desaparición del Estado, la manipulación de la Política y la Justicia.

En fin, ya no es novedad la complicidad de los grandes medios en la imposición de la condena arbitraria, aplicada sin delito ni juicio de por medio, a una parte de la comunidad. Mucho de su propio público, fue condenado a pedido a morir de hambre o a vivir de la basura. Sólo como corolario de la asociación que a los medios les garantizaba la ansiada posición de privilegio. Hasta Pedro E. Aramburu tuvo su juicio y su ejecución, un responsable. La banda mediática empresaria arrojó la piedra que asesinó a las clases bajas y escundió la mano detrás de una presunta idea política económica.

La mercancía periodística en tiempos neoliberales se concentró en ocultar la responsabilidad de sus clientes en el ataque al pueblo, muchas veces abrumando con versiones vacías sobre “crisis”, transmitidas como si se trataran de desastres naturales.

La traición de los grandes medios al pueblo y a la profesión, también consistió en producir y consolidar artificios, que fueron desde la intención de naturalizar la situación crítica hasta la minuciosa operación de ir tipificando al delito con los rasgos exactos de los expulsados.

Podríamos seguir infinitamente con ejemplos similares. Podríamos volver a reclamar la investigación y el enjuiciamiento de la responsabilidad de los civiles durante la dictadura. Pero, hay que decir que las acciones aberrantes cometidas por las empresas mediáticas, que exceden largamente su mero silencio mercenario durante la dictadura, cosas como el robo de la propiedad privada que hoy tanto fingen condenar, generalmente al amparo cobarde de la certeza de que sus dueños verdaderos nunca reclamarán ni denunciarán, siendo que estarían perfectamente asesinados. Así se robaron Papel Prensa, por ejemplo.

Con el monopolio del papel se aprovecharon de, eliminaron o compraron a la competencia. Y también se apropiaron de la distribución. Cuando consolidaron el monopolio mediático, cayeron sobre los canillitas y, con la misma vehemencia con que ahora rechazan las retenciones, los obligaron a bajar el porcentaje histórico de sus ganancias.

Demás está decir otra vez que las retenciones a las exportaciones cumplen la función de equilibrar el gran beneficio extra que esa actividad consigue a expensas de la política monetaria con la que el Gobierno consiguió volver competitiva a la industria argentina y la quita de las ganancias a los diarieros, en cambio, son una estafa que consiguen legítimar con su posición dominante, extremadamente privilegiada. A nadie se le ocurrió acusarlos de querer hacer caja. Cuando acusaban al Gobierno de querer ‘hacer caja’ con las retenciones, sabían de qué hablaban. El ladrón cree (o necesita hacer creer) que todos son de su condición.

También usufructuaron los beneficios empresariales que significan las altas tasas de desempleo y la flexibilización laboral. Es decir, sus prácticas antipopulares no terminaron nunca.

Pero la mentada expulsión ilegal de gran parte del pueblo a la que los empresarios mediáticos vendieron su alma, no sólo echó fríamente del sistema a seres humanos, traicionó a quienes podrían ser sus hermanos dejándolos desamparados, sin ingresos ni Seguridad Social, sino que evidenció, sobre todo y más que nunca, la ruptura del contrato social. Borracho de poder, un sector se cagó en el pacto de convivencia que garantiza la paz interna. Y tan conciente era de su responsabilidad apátrida se preparó para el escenario bélico previsto, naturalmente, por la lógica revancha romántica que es berretín de los vencidos.

Hay un dicho de la infancia, dirigido a acusar al primero que levanta la voz para buscar a algún culpable. “La gallina que cacarea es la que puso el huevo”. Por ejemplo, si alguien decía “uy, qué olor, quién se tiró un pedo”, con dicha frase se inculpaba al que había preguntado. Se lo castigaba por indiscreto (botón), poniendo en duda su pasión por la verdad acusándolo de alzar la voz como un montaje para disimular su desagradable falta, aunque muy inferior a la que proviene de actos de botonería o de exculpaciones propias a costa de chivos expiatorio.

Con el tiempo comprendí que fue una de las mejores enseñanzas políticas y empresariales que recibí. Paradójicamente, los medios que hoy se arrancan la pollera pidiendo seguridad, ayer les arrebataron la seguridad social a millones. No es novedosa su hipocrecía, también lloraban por los jubilados y luego los estafaron con las AFJP.

No son jueces sino parte, pero han asaltado a la Justicia, han creado la ilusión de que ocupan su lugar, operando sobre ella y sobre la dirección adecuada del sentido común. De la misma manera se corren de su lugar de parte de la sociedad con intereses apelando a estupideces como la subjetividad o la independencia.

Son fiscales que van escribiendo el código al ritmo en que se manifiestan sus intereses. Tipifican los delitos con los rasgos de sus enemigos. Concientes de haber roto el pacto social y haber robado la seguridad social a millones de argentinos, diseña los carteles de “buscado” con su caras, alarma sobre su presencia, o la presencia de sus hijos, que crecieron con frío, mal comidos y sin escuela, en gran parte gracias a ellos. Grita seguridad, pide “para la gente” y no hace más que asustarlos y convecerlos a todos de ir contra sus propias víctimas. De odiar a sus enemigos. Y al mismo tiempo pone una empresa de seguridad cuyos servicios luego vende a asustados de buenos ingresos.

Hace falta que cite la cantidad de barbaridades que difunden como certezas del sentido común.

No sé si llega a darse cuenta de lo monstruoso de la cuestión, Anónimo de las 10.20. Entran en el negocio de los seguros, los promocionan o los encarecen con una nueva ‘asistencia’, pongámosle, cobertura por granizo, y después alarman con que caen piedras a la primera nube que aparece. Lo mismo hacen con sus exportaciones de soja.

También es importante que, en su lugar de neobiblia, ceden a la comunidad una tabla de valores artificial. Esa es la tabla que usted y yo adoptamos la mayoría de las veces. La tabla que, si bien se fija, no es más que la del enemigo. Y usted que creía que el síndrome de Estocolmo era algo lejano.

Esa codificación de las cosas, del bien y del mal, de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto, esa voz que conciente a Uribe y se burla de Chávez, o que es benévola con Mauricio Macri pero rechaza a Evo Morales, es la misma que le construyó el caballo por el que usted se cree superior a los demás y, por ello, es tan miserable hasta entre los equinos.

Pensar, del latín pensāre, alude tanto a pesar, como a calcular, como a pensar. Entonces, refiere a pensar como una actividad necesariamente ligada a datos concretos y necesarios, cuya efectividad se deteriorará en la medida en que esos datos no sean ni concretos ni verdaderos.

La primera acepción contemplada por la Real Academia es “Imaginar, considerar o discurrir”. La segunda, “Reflexionar, examinar con cuidado algo para formar dictamen”. Y la tercera es “Intentar o formar ánimo de hacer algo”.

Por eso le digo que trate de pensar sin el caballo de los medios, porque ¿qué elementos va a considerar para reflexionar? ¿Qué elementos va a examinar para formar sus dictámenes? ¿Con cuánta seguridad va a hacer algo (opinar en un blog, por ejemplo) cuyo ánimo fue formado en base a los elementos que le ha cedidó ¡quién!?

Usted dice “Esta gente no tiene ni una pizca de bondad” y para ello se basa en una nota ridícula de la que ya le hablo.

Tenía un montón de argumentos (y notas) con las que podía haber puesto en duda la bondad de “esta gente”, su argumento estúpido lo delata. Si tuviera convicciones hubiera dedicado esfuerzo a buscarlas. O a explicar con qué balanza pesa la bondad, que desequilibra tanto para el lado de una nota menor, un posible enriquecimiento ilícito, en comparación con la generación de trabajo, con la distribución en favor de los jubilados o de los trabajadores, con la política antirrepresiva o con la justicia independiente de la calidad de la Corte Suprema que tenemos.

La nota que justifica su mala opinión sobre la bondad de “esta gente”, es un compendio de evasivas, casi no tiene ninguna afirmación. Tiene que decir que el secretario renunciante incrementó 7 veces su patrimonio desde que está en el gobierno porque es un papelón subrayar la suma o decir que el ahorro de las 300 lucas llevó unos 7 años.

Calculo. Si hace 15 años que trabaja para ”esta gente” y hace siete había juntado sólo 50 mil, quiere decir que estuvo 8 años para ello. ¿Eso le parece descabellado? ¿No tienen derecho por negros? ¿Le parece un espanto que en nada menos que 7 años, trabajando directamente para el equipo de Presidencia, haya logrado juntar unos 300 mil dólares? ¿De qué me habla? Así y todo este secretario se haya privilegiado de su posición para conseguir terrenos baratos o buenos precios para construirse su caserón, ¿a usted eso le parece un espanto, y uno superior al de los negociados del diario que cita? ¿Usted sabe lo que gastaba Menem en peluquería, por no hablar de ingresos extra por la liquidación de la mayoría de nuestros bienes y la entrega de nuestros derechos?

No estoy seguro de si todo esto se debe a que usted es una víctima de los medios, si es por su iresponsabilidad para pensar, por militancia barata o porque, en realidad, no es la mayor o menor bondad lo que le molesta de esta gente.

De todos modos, le pido me disculpe, no puedo pensar bien del todo de usted, cuando inmediatamente su argumento se concentra en subestimar a los demás, despreciar a los que piensan distinto: “y aquellas personas que aun los defienden es porque son muy ciegos o en su afan de creer en algo, lo hacen por cualquier persona.Infelices!!!”.

Siempre fue patrimonio de ignorantes, dictadores, resentidos y de aquellos en cuya conciencia pesa la intanquilidad de alguna falta moral grave, eso de despreciar al otro como todo argumento.

Es natural, entonces, que piense y piense y no me de cuenta de cuál es la manera de hacerlo bien de usted, de otra forma más que justificándolo como un lisiado por la opresión de los medios. Por la operación que los medios, aunque compartan, venden también a sus clientes como mercancía, y a buen precio? Todas las demás hipótesis no hablan bien de usted.

Porque, me pregunto, sino, usted qué será.

¿Un ignorante que no conoce cuáles son las políticas más humanas, inclusivas y justas, y que no sabe de economía ni de política ni de historia? ¿De una ignorancia tal para sopesar la bondad de los demás que ni se le pasa por la cabeza preguntarse por la bondad de los Saguier y los Mitre, de cuya empresa, La Nación, se sirve para opinar aquí?

¿Será un resentido que no puede concebir que un tipo que no sabe abrocharse el saco, por más que esté detrás de una de las mejores políticas de los últimos tiempos, sea el que se lleva los laureles?

¿Será un dictador usted, y tiene miedo?

O ¿qué culpa inconfesable pesará en su conciencia, para no poder decir la verdad de por qué los odia realmente? Desde la culpa romántica de haberse rendido-vendido antes de tiempo, hasta la conveniencia económica, egoísta e injusta, pasando por culpas miserables del nivel del racismo, la discriminación o la xenofobia, se me ocurrieron decenas de posibilidades.

Por eso me gustan un poco los mensajes anónimos, porque su anonimato convierte mis prejuicios en hipótesis.

Me interesa, entonces, únicamente la hipótesis más positiva que paradójicamente es la de que usted es una víctima de los medios. Y no peca de soberbio, sino que está confundido. Y en ese caso es que le pido que se baje del caballo de los medios como fuente de información virgen.

Hay otra acepción para “pensar”, siempre según la RAE, no TN ni La Nación, que es “Echar pienso a los animales”. El pienso es el “alimento seco que se da al ganado”. Su pensar se parece más a este que al otro. Da su carne por unos restos de pastos secos, o de soja, o de quién mierda puede saber qué ni a quién responden. Pero viene a acusar a la gente que percibe aciertos en este gobierno, como feligreses desesperados y oligofrénicos que necesitan creer en algo y lo mismo hubieran defendido el kirchnerismo como hubieran entrado a una iglesia evangelista.


Mi percepción es que es justamente al revés la cosa. Algunos ejemplos de la obra que se defiende aquí lucen en el presente escrito. Verá que no es en vanalidades del tipo del atuendo presidencial, supuestas tendencias crispatorias o del de modos campechanos propios de negros de mierda que se asientan nuestros análisis.


Acá, en El Club del Fernet se chicanea, se utiliza lenguaje soez, se elige un idiosincrático estilo burlón de debate, pero no se desprecia al otro ni se lo maltrata sin argumentos. Es lo más justo que podemos ofrecer. Y una muestra de la dedicación que puede llegar a otorgársele a un pasajero ñato cualquiera como usted, que estaba aburrido y, como los demás le importan un carajo, se decidió a exponer su resentimiento.