13 septiembre 2010

Pro-gresista hasta el bigote

Desenmascarados, finalmente, montones de falsos progresistas como Eduardo Buzzi, Elisa Carrió o Jorge Lanata, quien recorre el camino inverso es Mauricio Macri. El líder del Pro empieza a develar el sentido verdadero del nombre de su partido. Hay que reconocerlo, si bien se analiza la evidencia -y no la ficción tendenciosa de los medios- este jefe de Gobierno se revela como un progresista camuflado.



A principios del año pasado los diarios dijeron que el presupuesto del Instituto de la Vivienda de la Ciudad pasaba de 500 millones de pesos a menos de 120 –según aseguraba la Comisión de Vivienda de la Legislatura–. 80 millones de esos 500 se destinarían a sueldos y otros 20 a gastos de funcionamiento. Se creía que, prácticamente, todas las operaciones del organismo quedaban desfinanciadas y su actividad, limitada a sostenerse a sí mismo.

Para colmo, los vecinos del barrio Piedrabuena, por ejemplo, denunciaban la suspensión de obras comprometidas; la no efectivización de créditos previstos, la no regularización de títulos de propiedad de viviendas ya otorgadas y la interrupción de obras ya iniciadas por cooperativas. Lo mismo decían desde los demás barrios, naturalmente. Ninguno quería escuchar la versión oficial, sospechada de coartada, que afirmaba que esos fondos y los compromisos eran derivados a la Corporación del Sur. Incluso, malpensados, desconfiaban de la relación de la Corporación con IRSA y demás amigos.

(El presupuesto del IVC aprobado por la Legislatura era de 519 millones de pesos. El gobierno de la ciudad le había quitado, en sólo un año, entre 411 y 407 millones de pesos.

El malestar, fogoneado obviamente por los medios, fue incrementándose hasta que en febrero de este año debió renunciar quien dirigía el IVC en los papeles, Roberto Apelbaum, quien resultó reemplazado por Omar Abbud, ex titular de la Corporación del Sur, pero casualmente. Los detractores de siempre, además, alzaban la voz en contra del ahorro propuesto por la austera gestión, criticando también la subejecución del presupuesto de la misma Corporación, reducido en un 50 por ciento.

Pero, por más que intenten destruir su imagen pública, no se puede eludir el descubrimiento de su progresismo interior.

Progresista, inaugurar ayer, lunes 13, el complejo habitacional para ciudadanos de ingresos medios -la torre San Jorge, en Floresta, fue realizada con el esfuerzo del IVC, la Subsecretaría de Vivienda de la Nación, el Banco Ciudad y la UOCRA, en realidad-.

No sólo ya había dado muestras de sus intenciones progresistas de combatir a la pobreza (con barras bravas cuervos amigos la emprendió contra todo el que encontraba en la calle un lugar para echarse a la cómoda perdición o al que abusara de sus derechos, corridos hasta más allá del límite que indica el comienzo del de los demás, en algún edificio ocupado irregularmente).

Progresista, como la medida sanitaria para limitar los peligros de enfermedades de la ciudadanía en contacto con la basura (sacó el tren blanco de los cartoneros, los corrió con palos policiales de terrenos fiscales en Belgrano; retarda el cumplimiento del compromiso de Basura Cero asumido, no por eso que dicen las malas lenguas de un negociado con las empresas privadas de recolección, sino sólo por no facilitar la tarea a los ciudadanos díscolos, con la separación de residuos, que terminarán volcándose de forma masiva al basureo y al contacto con peligrosos agentes contaminantes.

En plena moda del odio al musulmán -que, junto al chavismo, al villerismo y al peronismo no diabólico, forman el eje del mal- esta gestión nombra al frente del IVC, como prenda de convivencia propia del -hay que decirlo- progresismo más transparente, a un árabe peronista con buenas relaciones con los negros de la villa, para los prejuiciosos que critican.

En fin, podría seguir horas citando ejemplos. Su prédica ante los estudiantes secundarios para que sienten cabeza y vuelvan a clase -¡quién puede imaginar el progreso a partir de la ignorancia!-, y su preocupación por la seguridad telefónica de Burstein y su cuñado, por ejemplo, y su sentido de la justicia y la equidad, evidenciado en los desastres gestionados tanto para el Sur como para el Norte, como cuando rompió el mármol de carrara del cementerio de la Recoleta (eso es un gesto, no bajar un cuadrito), pero, ya es suficiente. A todo lo dicho sólo es dable agregar que, otra vez su progresismo se hace evidente, ya no utiliza en sus campañas a niñitas muy pobres, ni se embarra en un descampado, ni necesita prometer un paseo al cine. Ya aprendió que el progresismo no pide tanto. Hay nenes más limpitos y menos pedigüeños, y capaz, hasta hinchas de Boca. El nene, mientras quede uno que no se haya roto la cabeza con la "repostería" (dijo Macri, por mampostería) del colegio, en la foto tiene que estar.