20 octubre 2010

Apremios en Constitución

   Hay lugares comunes y frases hechas tan boludos como los hay acertados, puesto que dependen del contraste con la realidad.

   Por ejemplo, es tan cierto que “el sol sale para todos”, como puede no serlo. Explico:

   Alrededor de las 4 de la tarde de hoy, la democrática predisposición del sol y los primaverales 29 grados que hacían fuerza para que el dicho mencionado tuviera sentido, al 1300 de la calle EEUU, en el extremo norte del barrio porteño de Constitución, una vecina treintañera no podía certificar tal aseveración. Porque era arrinconada contra una persiana metálica por dos jóvenes de entre 25 y 30 años, que saltaron de una moto de calle color roja, de no más de 125 cc y la chapa patente tapada, como las del tipo de las que suelen usar los mensajeros pobres.

   Uno de los sujetos tenía la cabeza rapada, era más moreno que el otro y se ocupaba de controlar a la presunta sospechosa mientras revisaba violenta y despectivamente la cartera de la mujer que, llorando tímidamente señalaba algún punto de la siguiente cuadra, donde juraba que vivía.

   El otro, con el pelo de uno de los Mambrú, hacía brillar el gel de su cabeza, junto a la moto, mientras hablaba por una radio o un celular.

   Vestían de civiles jeans, ninguno de los dos usaba casco, así como ninguno de los vecinos tenía agallas para levantar la vista en esa dirección. Luego de un cuarto de hora, se fueron acelerando al máximo, perdiéndose antes de que la mujer pudiera completar los 100 metros que le faltaban para llegar a su casa, con la velocidad que le permitía el vaivén desenfrenado de sus piernas que iban de costura a costura de un jean sin marca.

   Los imberbes apenas se presentaron como agentes “de la Brigada de la (comisaría) cuarta” y se justificaron diciéndole a la chica que, cuando pasaron delante suyo, “nos miraste demasiado”.

   No le robaron bienes materiales, aunque agendaron sus datos personales: nombre, domicilio, actividades, etc. Además de violar su derecho al libre tránsito, su intimidad, su propiedad privada y su garantía constitucional a la libertad.

   Otros elementos del universo de certezas del sentido común, y ejemplos de la cualidad relativa de este tipo de enunciados, pueden ser: “somos todos iguales”, “al servicio de la comunidad”, “se necesitan más policías en la calle”, “la policía debería controlar a los sospechosos”, “los uniformados están atados de pies y manos”, “hay que evitar la burocracia judicial”, etc.

   Para mi vecina, hoy el sol no salió como pudo haberlo hecho para otra de Barrio Norte o Pilar, como tampoco puede compartir la idea de seguridad como sinónimo de policías en la calle. Ni la sensación de ser parte de la comunidad que se sirve de los servicios de los uniformados. No creo, incluso, que las características físicas de la imagen del sujeto que causa temor a mi vecina coincida con los razgos de las de otros barrios. O sí, y tal vez por eso miraba a los antidemocráticos agentes, desconfiando que le arrebataran la cartera.

   Se podría seguir subrayando las diferentes realidades, indicando cuándo dan sentido a las frases hechas y en qué casos no. Pero no es interesante el compendio de enunciados del sentido común, más que a los fines de evidenciar allí los diferentes estatus de ciudadanos que debieran ser iguales. Más que en su contenido, las máximas populares en tanto que premisas políticas, son interesantes en su procedimiento de inclusión/exclusión de los habitantes que componen la comunidad. El espantoso procedimiento, discriminatorio, arbitrario y opresivo, recuerda a días lejanos, con otra de las frases hechas, “todo tiempo pasado fue mejor”, operando allí como divisora de aguas.

   Más allá de la ironía, insistir en el hecho de que esta tarde ocurrió algo muy grave en la calle EEUU, no daña ni abunda. Difundirlo con la esperanza de que sea investigado quizás sea una esperanza estúpida. Pero necesito dejarlo asentado en algún lado. Porque Constitución, sus putas, travestis y víctimas de la trata, sus paqueros y traficantes, ladrones de autos y garages y albergues transitorios y tintorerías y demás negocios cuyo regenteo, en el mismo escenario de las verdades hechas, es atribuído a la misma policía, puede ser el sitio en el que ciertos mitos populares aterradores terminen realizados.

   “Los sueños, sueños son” y en Atrévase a soñar, el viejo programade Berugo Carámbula, se hacían realidad. Lo mismo que las pesadillas, en el bendito sur de la ciudad, cuando son las mafias las que conducen el programa.