02 abril 2009

Raúl Ricardo Alfonsín

Uy, me tienen las pelotas hinchadas con Alfonsín.



Hay que avisarle a éstos "radicales" que quedan, desde los Moralez y Stolbizer, a repentinos repatriados como Cobos, y los casualmente reaparecidos -con la mano dura- como Ruckauf, que esas manijas de los costados, son para cargar el cajón... ¡y no para colgarse!


Ni quiero caer en la vieja especialidad de los mismos radicales "este viejo adversario, despide a un amigo"... -sí, claro, porque para algunos no hay mejor amigo que el contrincante muerto-, ni cometer la estupidez injsta de no reconocer la figura de Raúl Ricardo Alfonsín.


Así como es imposible dejar de celebrarle los juicios a las Juntas, tampoco se pueden perdonar las leyes infames de Obediencia Debida y Punto Final. Alfonsín, por ser el menos gorila de los radicales, se quedó con los votos de quienes lo privilegiaron ante lo más rancio de la derecha peronista. Supo conducir un tiempo y se le deben reconocer tanto aquel discuso en Washington como el Pacto de Olivos.


Lo más gracioso es que ahora la campaña a favor y los recuerdos más entrañables los tienen los mismos que antes fueron cómplices e ideólogos de los 13 paros y las presiones con la hiperinflación, que inmortalizaron a Saúl Ubaldini pero detrás de los que estuvieron los grupos de comunicación y lo peor del empresariado que después cogobernó el Estado menemista, volviendo a hacerse de ese Estado que ya habían sabido poseer con los militares. Ahora, toda esa mierda se quiere colgar del cajón del pobre Alfonso. (Si usted mira fijo por quince segundos la foto de arriba, verá como el pobre viejo se retuerce).


Alfonsin define cierto carácter político de los radicales, de buenas y tímidas intenciones, de una clase media aleccionada de pretenciones, que siempre fue a menos.

Raúl Afonsín desperdició un caudal político gigantezco por ir a menos, por tibio podría decir exagerando. Pero hay que decirlo, como también hay que decir que llevó adelante con bastante honestidad un cargo político para el que los argentinos debían con él volver a empezar a aprender. Quizás no fuera de su gusto, pero terminó en la Recoleta. Siempre lo mismo, los populares que no pueden, por ser "civilizados" antes que justos. Salud, Alfonsín, a sus buenas intenciones. Como estará la política argentina que usted se ha convertido en un prócer. Usted comprende. De Branca a Manzano, de Menem a Duhalde...


Vaya, descanse en paz, creo que a pesar de todo se lo merece. Dicen que quería ser recordado como una buena persona y parece que lo ha sido.




2 comentarios:

Julio Jaime dijo...

Llegue de casualidad a su blog ( hay quien dice que las casualidades no existen )
y le digo que me gusto este post.

Saludos

Ulises Dumond dijo...

Se agradece, Julio.