26 enero 2010

Soplar para dispersar el humo

Foto. Gianni Lunaday

El siguiente post empezó, en realidad, como respuesta al comentario que 486 había dejado en la publicación anterior.


Tengo la certeza de que hay una gente encargada de inventar las ficciones más increíbles para conseguir, si no partidarios o adeptos o correligionarios, al menos, una nutrida manga de pelotudos que, sin interés ni noción alguna, ofician de promotores ad honorem de impensables intereses y operetas.


En la inteligencia de que a la carrera de ningún político le conviene que se le arme un escándalo -real o inventado- y de que pocos dejan pasar la oportunidad de poner su cara al frente de una decisión o solución, siempre que no requiera demasiado esfuerzo ni moleste intereses reales, ante cualquier reclamo instalado, ideólogos y operadores llevan a cabo la tarea de sembrar versiones de cuya suerte resulta la concreción de cierto 'capricho' o privilegio a su favor.

Así, por ejemplo, me repito, una máquina de boletos blindada ahora protege los otrora desprotegidos dedos de colectiveros. (En serio, impusieron las máquinas que protegen sus monedas con el argumento de la seguridad... ¡del chofer! Las noticias, por esa época, reiteraban constantemente noticias con casos de falanges mutiladas y otros espantos.)

Así, también, el pueblo puede creer de sí mismo que es absolutamente justo y de buen corazón pero, ni le hace ruido su doble complicidad. Primero, aceptando que el Estado que compone condene a una mitad de la sociedad al destierro del sistema productivo y, después, convertidos ya en piqueteros, cartoneros, limosneros, limpiadores de parabrisa o chorros, vuelve a rematarlos en la nuca con las armas que le ceden estos señores. Así, dan por descontadas certezas sobre el otro como que son vagos, son violentos, que se tapan la cara, que "y yo qué culpa tengo", se preguntan por "los derechos humanos de la gente común", etcétera.

Escuché barbaridades de todos los colores y todos los talles, para justificar, impulsar o rechazar argumentos, con posturas más que reñidas con la ética y la moral.


Sabrá usted, 486, que para Clarín, un pelado de merca hasta la manija que disparaba a mansalva sobre unos chicos, significó que "la crisis causó dos nuevas muertes".


Quizás no sepa que cuando se iba a renovar la Corte Suprema la versión contraria más extendida, en boca de comisarios de la bonaerense y dirigentes radicales de zona norte, por lo menos, era que Eugenio Zaffaroni era incompatible para el cargo por su condición de gay. Y que cierta vez había perdonado a un abusador de menores alegando que el niño, al tener los ojos vendados, pudo creer que lo que lamía en el abuso era un dedo. Yo escuché semejante cosa, nadie me lo contó.

Si logró pasar ello, ¿cómo no van a prender discursos más elaborados, es decir, aquellos en favor de cuya instalación hay dinero disponible, respaldo mediático y privilegiados colaboradores con intereses creados?

Los desaparecidos siguen paseando por México y Europa. Las cosas en manos del Estado dan pérdida (y por sólo volverse privadas procuran ganancias). La política es sucia. Los pobres son vagos y flojos. Con los militares estábamos mejor. A la universidad se va a estudiar y no a hacer política. La homosexualidad es un pecado porque Dios hizo al hombre para que se procreara. Hay que pagar la deuda externa porque hay que honrar los compromisos. No te afilies al sindicato que es una mafia y encima te van a tildar de revoltoso o ¡problemático!


Cómo no se va a haber sostenido en el tiempo la certeza de que todo presidente latinoamericano -o africano o árabe- es bananero. O la explicación que despeja toda duda cuando un pobre chilla, si entendemos tácitamente los sucesos apenas alguien lo señala como un negro de mierda...

Pero, si hasta buenos compañeros, luchadores y con cierta conciencia, acceden a mandar a sus hijos a la escuela privada con el argumento, también prestado, de que a la escuela pública los chicos sólo van a comer e, infaliblemente, se producirá una discriminación al revés con su hijo de clase media, rechazado al convertirse en "el rico" de la clase.


La enfermedad mental del hombre común (cansado, lleno de miedos, apremiado, ocupado, confundido, convertido en un pobre ignorante a medida que suma horas de vuelo frente al televisor o retiene los temas de público conocimiento pezcados al vuelo para tener de qué hablar al otro día, etc. etc.), no le oculta la realidad, ni el bien ni el mal. Al contrario, sabiendo que por historia y sentido de supervivencia los síntomas siempre se manifiestan contra el más débil y, sabiendo también que sólo la culpa no les permite desatarse salvajemente contra ellos como cuando eran niños crueles, apenas les cede un argumento a modo de bálsamo para la culpa. El paciente mejora de inmediato. Al rato nomás ya se le despierta el saludable apetito de sangre, la responsabilidad militante del ciudadano de bien, la pasión nacionalista inefable o, incluso, hasta la caradúrica exigencia, paradójica, de Justicia. La que no es otra cosa que la necesidad de venganza aleccionadora de la propiedad privada.

Los mismos que están dispuestos a mantener a sus hijos hasta los 40 años, en su mayoría, aún viviendo en su misma casa, son los mismos que reclaman la imputabilidad penal de otros niños con vehemencia de patriotas.

Alguien corrompido, cipayo, de funesta ideología, controvertida trayectoria y dudosa calidad moral, como Alfonso Prat Gay, termina siendo preferido por muchos a causa de que su parálisis facial y su tenue voz nasal lo vuelven ficticiamente mejor que alguien cuya razón y sentido de justicia le quitaron el miedo a confrontar. Entonces grita. Entonces es negro. Entonces, patotero. Autoritario. Prepotente. Aunque sea el otro el que conspira contra la patria, contra sus hijos, sus jubilados, su felicidad... pero habla bajito y tiene ojos claros, no puede ser malo.


O la versión de un Duhalde estadista (el mismo que disuade una manifestación con una policía asesina, mantiene relaciones con Uribe, propone la vuelta de los militares a la intervención interna, promueve a un nazi como Posse para la cartera de Educación, etc.).

Hasta aquí, todo lo dicho supone buenas intenciones, equívocos, confusiones, errores... nunca las presume como coartadas para ocultar la vileza de espíritu. Hablo de gente casi sin intereses y no de la minoría de poderosos que pergeñan el mal desde las instancias de decisión que ocupan.

No hablo de Magnetto, cuando una de sus empresas, Clarín, publica una nota sobre la nueva crisis en Venezuela. Magnetto no firma. Hablo del profesional que omite datos fundamentales en su trabajo. Que dice que Chávez cerró otro canal opositor pero calla el accionar delictivo que lo produjo. O con el que la empresa opositora lo buscó.


El periodista que dice "... estudiantes que se manifestaban por la muerte de dos compañeros, ocurrida ayer en la ciudad de Mérida mientras se manifestaban contra el cierre de la televisora por cable Radio Caracas Televisión Internacional", sencillamente miente. Traiciona. Se pasa por el culo el contrato con el lector. Es como un almacenero que te vende mercadería vencida. Porque los fallecidos no se manifestaban "contra el cierre" sino que lo hacían, desarmados, pacífica y mayoritariamente, en defensa del proyecto oficial. Y cayeron en el momento en que se cruzaron con los del movimiento 13 de marzo, grupo de choque opositor y minoritario, que llevó a cabo los incendios y los destrozos por la ciudad. "...salieron disparos desde las inmediaciones de las Residencias Las Marias ubicadas en el mismo sector donde se encontraban los violentos manifestantes", asegura esta nota.


Ojo, estoy en contra de culpar a alguien cuya subsistencia y la de los suyos depende de la obsecuencia con que logre satisfacer a las basuras empresarias que se han apropiado de los medios de producción que organizan a la sociedad y deciden su distribución. No sé hasta qué punto se los puede responsabilizar, aún cuando uno los ve actuar, y con terrible pedantería y de manera absolutamente contraria a la que uno elige y eligió toda la vida. Opuesta a la solidaridad, al compañerismo, al entero compromiso y respeto con los demás. Idiferentes al clima de alegría al que es menester contribuir.


Aun cuando uno los ve tan campantes y acomodados y privilegiados y bien pagados y bien considerados, en el aparente camino del egoísmo, en la senda contraria a la elegida por uno, y que tantos problemas nos ha causado y tantas oportunidades nos ha negado y tantos disgustos nos ha causado, que nos ha obligado a pasar varias necesidades y perder muchísimo tiempo y hasta, a veces, nos ha convidado con algunos ricos gases sasonados con crocantes palos de goma...


Aún así, prefiero no culpar al funcional rehén del capital, prefiero entender que cualquier ciudadano de bien privilegiará con buen tino la tranquilidad y la seguridad de los suyos, incluso a pesar de sí mismo. Y su sanidad mental lo obligará a buscar justificaciones. Pero, igualmente, debo señalarlo, porque ni deja de intrigarme la actitud de esa gente ni el modo en que comenzaron a transitar esa senda ni la manera en que conviven con ello, pero además, es necesario decirlo porque es el modo de sincerarse, de intervenir y de escuchar los argumentos que, quién sabe, pueden convencernos alguna vez.


Amigo, hay que dar pelea con alegría para revertir esta situación. A pesar de querer empezar a los tiros. Hay que incinerarse en la búsqueda, incendiarse en el escenario, poner el cuerpo y nunca dejarse agarrar. Y a propósito, 486, en el horóscopo que mejor conozco, el de los sueños que en la quiniela se corresponden con los números, el 86 es el humo. Y me parece que la cosa pasa por ahí, por que todos soplemos un poco para tratar de dispersar la nube espesa que han sabido formar y los ha amparado y con la que han asfixiado a muchos y han tapado la luz durante años.

Foto. Gianni Lunaday.

1 comentario:

486 dijo...

Gracias por tomarte el laburo de responder, por hacerlo con animo literario, y por mantener uno de estos blogs que suelo leer buscando argumentos para discutirle a los gorilas en mi laburo, pero antes que nada buscando compañeros. Un Abrazo!